El movimiento y el pensamiento católico fue utilizado para enfrentar el Estado socialista, burocratizado, alejado de las grandes propuestas revolucionarias y torpemente anti católico. Aquello pareció ser, a nivel mediático y de la manipulación, un enfrentamiento ideológico catolicismo-ateísmo, en el fondo se estaba buscando el derrocamiento del sistema y la imposición del modelo capitalista. Karol Wojtyla jugó un papel fundamental en todo aquel proceso, 11 años después de su elección como Papa.
La gigantesca y pérfida maniobra estaba montada por el imperialismo mundial y a la caída de Polonia en 1989 siguió la de los demás países socialistas hasta tocarle el turno a la URSS en 1991, tras los gigantescos errores de Gorbachov y de la dirección soviética, más la conspiración norteamericana y el proceso subversivo interno en Rusia que posibilitaron el desmembramiento de la URSS.
Para el teólogo brasileño Leonardo Boff, quien confrontó al Papa defendiendo la teología de la liberación, rescató la religión para la publicidad del mundo, con una fuerza que galvaniza a las masas y como poder político, decisivo en el derrocamiento del régimen soviético.
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